Mariana pega en el ring y te cura en el Heller

La boxeadora en el gimnasio de Bruno Godoy. "Es un genio, me tratan con mucho respeto", afirmó.

Por Cristian Helou

“Eternos. Son dos minutos en los que vivís muchas sensaciones juntas. Yo lo divido en dos partes, lo que te pasa en la cabeza y lo que te pasa en el cuerpo. Vos pensá que salís a golpear y a que te golpeen, y cuesta pasar esa barrera de que tengo apuntar a la cara de alguien. Te quedás sin aire y ahí entra la parte mental. Tenés que seguir y pensás en tu entrenador, en el público, en que no podés bajar los brazos. Soy muy autoexigente y me pasan mil cosas por la cabeza durante esos dos minutos”.

Esa adrenalina que Mariana Malet siente arriba del ring la tiene que dejar de lado cuando cuelga los guantes y se viste de doctora. Pasa de golpear a curar sin escalas y en eso anda esta porteña radicada en Neuquén que hace unos días se dio el gusto de su vida: enfrentó a Marcela La Tigresa Acuña, en el festival “Patagonia Rebelde” que se realizó en el estadio Ruca Che.

Llegó a la capital provincial hace dos años y medio. Empezó la residencia en medicina general en el Castro Rendón y ahora está en Heller.  Esos volantazos son un clásico en su vida y evidentemente a esta doctora-boxeadora no le gustan los grises. Así como pasó del centro al oeste, dejó de jugar al tenis de manera casi profesional y eligió los deportes de defensa personal hasta llegar al de narices chatas.

Tiene 31 años, se crió en Córdoba, vivió muchos años en Campana, el trabajo de su padre la llevó a Estados Unidos y por si fuera poco, ya recibida, anduvo de gira en Europa y trabajó para una fundación en Filipinas durante cuatro meses.

“Hice investigación durante los primeros años, después rendí y me vine a Neuquén”, contó Mariana, vestida de doctora, con las manos curtidas y una lágrima mediana (el café es muy pesado y ella cuida su dieta al extremo).

Malet durante una investigación en Neurociencias.

Su vida está marcada por el deporte y lo relató al detalle. “Jugué toda mi vida al tenis, desde los 5 hasta los 18 (participó en dos Futures con puntos para el ranking WTA). Cuando empecé la facultad colgué la raqueta y por recomendación de un tío, que toda la vida hizo kung fu, me enganché con los sistemas de defensa personal”, arrancó.

En el diario de Campana vio que realizaban un seminario de krav magá, se anotó y le encantó. “A partir de ahí hice todo las artes marciales que se te ocurran y cuando llegué a Neuquén un compañero del hospital me invitó a una clase. Me vio Manu Godoy, después de un par de entrenamientos me preguntaron su me podían filmar arriba del ring, se lo mostraron a Bruno (Godoy, padre de Manu) y me dijo ‘venite al gimnasio de Centenario’. Es un genio Bruno”.

La doctora en un entrenamiento de krav magá.

Bajo el cuidado de La Bestia, una referencia en el boxeo de la zona y el país, Mariana se enamoró de la disciplina. “Entreno todos los días, salvo cuando tengo guardia. A veces se complica, pero cuando no puedo ir, salgo a correr, tengo una soga en mi casa y cumplo con el plan que me da Bruno”.

Debutó con una victoria en Fernandez Oro y empató su restante pelea en Huinganco. “En la primera, le saqué el hombro a mi rival y la terminé derivando al hospital”, cuenta y se toma la cabeza. Fue un momento de doctora con pilcha de boxeadora.

Aunque entrena fuerte y piensa seguir “hasta donde me dé”, Mariana no tiene claro su futuro en el deporte de los puños. “No se que puede pasar, por ahora soy amateur, me divierto y espero que Bruno me consiga peleas. Nada más”, afirmó.

En junio 2020 Malet terminará la residencia y ahí definirá su futuro. “Estoy muy cómoda en Neuquén, pero no sé que voy a hacer a partir del año que viene. Por lo pronto, sigo entrenando y espero que lleguen las peleas. Se complica porque no hay muchas rivales en mi categoría. De hecho en los dos combates que tuve las chicas eran más pesadas que yo”.

El glamour del tenis, ese que palpó durante más de una década, forma parte del pasado para Mariana. Está en un ámbito opuesto, pero ella se siente muy cómoda.

“No he tenido ningún conflicto. Está claro que es un ambiente más masculino pero a mi siempre me cuidaron, mucho. El equipo es genial, Bruno y los chicos siempre me trataron con mucho respeto”, contó.

Y también se animó a trazar una paralela. “Son dos deportes individuales, sacrificados. A la cancha salís sola, al ring salís sola, no hay nadie más y eso requiere de una gran fortaleza, física y mental”, afirmó.

La pelea con la Tigresa

“Fue una locura. Imaginate, es como para un futbolista pelotear con Messi”, arrancó Mariana, todavía incrédula por haber tenido la chance de cruzar guantes con La Tigresa.

Mariana contó, paso a paso, los entretelones de la historia. “El martes, tres días antes del festival, Bruno me dijo si quería pelear y le dije que no, que estaba loco. Le di a la bolsa y todo el tiempo pensaba en ese momento, hasta que lo llamé, cambié de idea y acepté”, relató.

Pasaron las horas, no tuvo contactos con su entrenador y el jueves le llegó un pedido que se caía de maduro. “Me llamó para ver si podía ser la médica del festival, le contesté que no había problemas y como no me dijo nada de la pelea, me fui sin la ropa para boxear”, siguió.

Un momento inolvidable, antes de pelear con la Tigresa, con los pantalones prestados.

“Llegué unos minutos tarde al Ruca Che, lo encuentro a Bruno y de entrada me apura: ‘¿Vas a subir, no?’ Yo no quería saber nada, hasta que me llevó al camarín y me presentó a la Tigresa. Re divina, me dijo ‘vos quedate tranquila, yo no te voy a pegar, es un round para divertirnos, nos tiramos unas manos y listo’. También me felicitó, y me dijo que estaba buenísimo que haya profesionales en el boxeo”.

¿Y la ropa? “En medio de tanta emoción, me di cuenta que no tenía qué ponerme para pelear y Belén (La Terrible Valdebenito, la profesional que peleó con Acuña), me ofreció un short blanco y verde, con la leyenda Belu. ‘No pega mucho pero usalo’, me dijo”.

Llegó el gran momento y llegaron dos minutos inolvidables, diferentes a los que describió en el arranque de la nota. “Fue una sensación única subir al ring con ella. Re loco. Cuando empezamos a tirarnos las manos, ya estaba relajada. Después de hablar con ella me quedé tranquila. Y lo del público fue maravilloso. Cuando me bajé, las chicas me pedían fotos. Fue tremendo”, recordó.

Habla y se emociona, vive a full, trabaja, entrena y también es la secretaria general de la Fundación Shunko, que se dedica a la prevención y tratamiento de la desnutrición infantil. Es Mariana Malet, la doctora que pega arriba del ring y la boxeadora que te cura en el Heller.

Mariana en Filipinas, donde estuvo tres meses. En la actualidad trabaja para una fundación que se dedica a la prevención de la desnutrición infantil.

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