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El Tigre, la Caldera y el básquet pospandemia

Mariano en su último trabajo como DT, en Zárate Basket.

 

“Hace unos años fui a una clínica de entrenadores y cuando entré a La Caldera fue mortal”. Mariano Aguilar dejó una marca imborrable en Independiente y, como en su época de jugador, le mete sentimiento a cada frase. Fue parte del equipo más recordado de Neuquén, vistió la casaca del Rojo durante cuatro temporadas y por eso siempre está la chance de volver.

“Fue un momento decisivo en mi carrera. Había debutado en la 87 en Sport y con 21 años, ir a Independiente me marcó a full. Era irse muy lejos, pero fue una experiencia única. Aprendí mucho, jugábamos a cancha llena, de bote a bote. Ahí tuve ese envión que cualquier jugador necesita en la Liga Nacional”, relató en una entrevista con Se respira básquet (750 Neuquén).

Instalado en Cañada de Gómez, el Tigre tiene un gimnasio y también entrena jugadores en los playones de la ciudad. Es director técnico y sus últimas experiencias fueron en Hispano Americano, como asistente de Marcelo Richotti, otro que dejó una huella en el Rojo; y como DT principal en Zárate Basket.

Frontal y sentimental, Mariano afirmó que “si para la gente fue un recuerdo imborrable, imagínate para mí. En esa época decían que si tomabas agua del Limay no te volvías más y puede ser, porque me quedé cuatro años.  Cuando me dijeron que había un departamento al frente de La Caldera dije ‘quiero ése’, porque podía cruzarme a tirar al aro a cualquier hora. Me señora me pasaba la pelota”.

Esa persistencia lo transformó en un habitué de la cancha y en una referencia para los más chicos. Por eso tuvo mucha onda con los menores. “Había una gran camada, los Saggio, Godoy, Fabio Martín. Con Fabio iba siempre a tirar al aro, con Carlitos también y ahora es uno de los mejores psicólogos deportólogos de Argentina. Me sentía parte del club. Era bárbaro. No era de Neuquén ni había jugado en las formativas pero había sentido de pertenencia”, contó.

Ya retirado y en su nueva función de DT, el Tigre dejó en claro que su cariño por el club sigue a pleno: “Hace unos años fui a una clínica de entrenadores y entrar a la Caldera fue mortal. Muchos recuerdos, muchas fotos…. Te pueden llamar de varias radios, pero cuando te llaman de Neuquén se te mueve todo”.

Claro que también habló de actualidad y de los cambios que se vienen, especialmente en el Federal. “Creo que lo tienen que analizar bien. En estos momentos un jugador U23 cotiza en bolsa y después hay que ver el formato por regiones. Allá tienen muchas plazas fuertes y deberían preguntar qué tipo de planteles tienen”, opinó.

“Muy pocos clubes están capacitados para reclutar –agregó- y si vos haces un Federal con muchos menores, va a estar complicado. Hay que analizarlo bien, pero todo lo nuevo que se haga va a depender de lo que pase con la pandemia. Acá no se sabe ni cómo ni cuándo se va a jugar”.

En ese sentido, expresó su preocupación y fue realista: “Los clubes están cerrados, los pibes no entrenan y cuando vuelva va a ser sin público. Olvídense de ir a la cancha con la canastita y ver una tira de partido. Por eso creo que hay que trabajar en la esperanza y la ilusión para que no haya deserción”.

Y siguió: “Cuando esto pase vamos a tener que trabajar en competir, en formar, pero también en la motivación. Nuestra función va a ser múltiple. Hay que llenar los playones y después que La Caldera vuelva a ser La Caldera y que Español o el que sea juegue la Liga”.

Como el Tigre también estuvo seis años en Deportivo Roca, se siente muy identificado con la zona y por eso no descarta volver para formar parte de algún proyecto. “Ojalá que pueda volver. Donde haya una posibilidad de trabajo, voy. Muchas veces, cuando te llaman, te pones un poco selectivo, pero ahora que está todo parado, se extraña”, cerró.

 

 

 

 

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