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Rayo (y tormenta)

Después de una derrota como la del sábado, se impone un análisis. Como un Rayo, hay que dar vuelta la página. (Matías Subat)

Por Javier Marcucci

Pasó rápido, como un vendaval. Inesperadamente terminante. Como el aguacero de verano que te agarra con la ventana abierta y te inunda hasta el lamento. Perdió el Rayo Godoy y, no es que no se acepte tamaña derrota en el primer round, sino que exige análisis. No creemos que sea una vuelta de página sin observaciones. Es más, sabiendo el meticuloso abordaje de cada pelea que hace Mauro y su rincón, seguro que surge una profunda revisión, aunque fueron apenas un par de minutos en plena batalla.

Cómo primer punto, y quizá el más relevante que emerge inmediatamente, es el recorrido del palmares del rival sin necesidad de ver ni un minuto de video: Tintín Ruíz es un noqueador que mayormente “mata o muere”. Y, también decir que, mayormente “mata o muere” en el primero o, pocas veces, segundo asalto. Cuando lo extendieron, perdió en el quinto. Es decir, toda su pólvora está al máximo cuando suena la primera campana.

Y ahí, quizá, todo lo que el rincón sabía y había advertido, el Rayo no logró plasmarlo totalmente: cuidarse en el arranque de la violencia que imponen los envíos de Ruíz. Asumió el cruce, se metió dos veces en menos de un minuto en esa “guerra” a fuego corto. Es posible que el Rayo se tuviera fe, pensando que resolvería rápido como otros hicieron con Tintín. A la luz de los acontecimientos, era el camino más arriesgado. Se metió demasiado rápido en la ruleta del nocaut, y le tocó perder. Así también es el asunto del boxeo, esa también es una verdad incuestionable; abajo del ring todo es más fácil.

Pero, en el atrevimiento de analizar, ¿está bien que haya intentado ese camino o fue un error? Nos parece más lo segundo. Coincidimos más con el rincón que le pidió cautela inicial. Porque no nos cambia esta pelea el concepto previo: Mauro es un boxeador más integral y completo que Ruiz. Hoy, indudablemente menos contundente. Entonces, importaba a esta altura de los acontecimientos de su carrera, que no quemara rápido los papeles del oficio. Era el “oficio de boxeo curtido”, antes que nada, la necesidad del Rayo sobre el cuadrilátero. Para evitar el vendaval inicial y pelar daga al aclarar.

El resultado del combate, sinceramente, nos deja con las ganas de otro intento. Y, quizá, con el mismo Ruíz, aunque muchos piensen que fue tan contundente el resultado que exige hazaña. No parece poner una revancha en el lugar de hazaña, cuándo Mauro claudicó en la tentación, casi sin pelear, mordió el anzuelo que le propuso el corazón y la confianza. Dejó la ventana abierta y el sorprendente aguacero lo inundó de lamentos. Fue cosa de un instante. Pero siempre aclara al amanecer y los soñadores despiertan para apuntalar el próximo sueño. El Rayo y su rincón saben bastante como suceden estas historias de tormentas…

 

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