El segundo ascenso

La Caldera repleta como en las mejores épocas para festejar el segundo ascenso a la A.

Por Nicolás Tamborindegui

La luz de la elite del básquet argentino se apagó para Independiente y para la provincia de Neuquén con el descenso de 1993. Ese año fue malo en lo deportivo y en lo económico, y se llegó a un final doloroso en aquel repechaje contra Independiente de General Pico. Sin embargo, esa despedida no fue para siempre, aunque pasaron muchos años para que el Rojo pueda volver a la máxima categoría del básquet argentino.

Con la llegada de los años 2000, el auge del Premundial del 2001 y los logros de la Generación Dorada reavivaron en los neuquinos la pasión por el básquet. Independiente arrancó participando en la Liga B, que era el tercer escalón de nuestro básquet, lo que hoy es el Torneo Federal. A pesar de conformar buenos planteles, el ascenso al TNA (segunda categoría) se le negó hasta que pudo adquirir una plaza.

El primer año alternó buenas y malas, fue una buena experiencia, aunque estuvo lejos del ascenso. Pero no hubo que esperar mucho más, la gloria llegó al año siguiente. Un hombre criado en la casa desde niño como el Boty Mauricio Santángelo seguía siendo el técnico, con un plantel compuesto por muy buenos jugadores: Leonardo La Bella, Esteban López, Walter Cordero, Martín Melo, José Fabio, Luciano Zupanovich, Enrique Marina, Sebastián Chaine, Martín Aguirrezabala, más los juveniles Juan Levrino y Pablo Heit. El extranjero era Byron Johnson, un interno atlético y saltarín que llegaba desde el básquet mexicano. Promediando la temporada, Cordero se lesionó de gravedad y en su lugar llegó el base Leandro Lauro, otro hijo del club.

Tras un andar con irregularidades, el rendimiento de Independiente fue creciendo con el correr de los partidos y llegó en óptimo nivel a los playoffs. El arribo de Lauro para compartir la base con La Bella le dio mucha calidad, López pasó a jugar como escolta y se potenció como un gran tirador y Byron creció hasta convertirse en uno de los mejores extranjeros de la categoría. Además, la gente empezó a acompañar y La Caldera se llenó como en las viejas épocas.

En el camino hacia el pasaporte a la elite, el equipo neuquino se hizo muy fuerte. Dejó en el camino a un histórico como Echagüe de Paraná (con quien supo compartir épocas de gloria en los 90) por 3-0 y a uno de los candidatos, Unión de Sunchales, por 3-1 para llegar a pelear mano a mano el ascenso con Pedro Echagüe de Capital Federal, un equipo duro que contaba con un neuquino, el alero Andrés García, ex Pacífico y hoy como entrenador en las formativas del Rojo, y con el mejor anotador de la categoría, el escolta uruguayo Leandro García Morales, un goleador formidable.

Juego I de la serie: Johnson va por los dos puntos en el histórico Etchart.

El club capitalino estaba integrado por algunos jugadores que no vivían del básquet, sino que además estudiaban o trabajaban, muchos de ellos llevaban años jugando juntos. La presencia de García Morales, un jugador de selección y de nivel internacional que recordaba al Pichi Campana en sus mejores épocas (por condiciones físicas y por juego) potenciaba al equipo en su conjunto, que era dirigido por un DT joven, Juan Pablo Boadaz. La serie arrancó en Buenos Aires primero y luego, Neuquén. En caso de ser necesario un quinto partido, la localía era para Pedro Echague.

Como la cancha no estaba en condiciones para ser escenario de una final de TNA, el primer partido se jugó en el Héctor Etchart de Ferro y ahí el Rojo golpeó primero. En un final cerrado y de la mano de un López intratable (14 puntos en el último cuarto) se llevó el primer punto por 88-83 para revertir la localía. El Gallego fue el goleador de Independiente con 23, muy bien acompañado por Johnson que metió 17 con 5 tapas, y por el Pájaro Marina que encestó 13 desde el banco. El base Diego Eiguren y García Morales con 25 y 16 puntos respectivamente fueron los goleadores del local.

El segundo juego no se pudo disputar en la cancha de Ferro porque había fútbol y se disputó en el Luis Conde de Boca, la famosa Bombonerita. Esta vez apareció el MVP García Morales en todo su esplendor para guiar a los suyos al triunfo. El escolta totalizó 37 puntos (7 de 11 en dobles, 5 de 12 en triples y 8 de 10 en tiros libres), 7 asistencias, 3 rebotes y un robo. En el tercer cuarto el local sacó 14 de ventaja y ya la visita no pudo revertir la situación. Fue 83-71. Por el Rojo se destacaron López con 19 y Melo con 12. Más allá de la derrota, Independiente hizo negocio: se llevó uno y eso le posibilitaba definir ante su gente.

La Bella ante la defensa del neuquino Andrés García. Segundo punto en la Bombonerita.

Para el tercer partido La Caldera estaba repleta, no entraba más nadie. Era mucha la expectativa al estar a solo dos juegos de volver a la A tras 14 años. Más de 2.000 personas presenciaron ese choque, que fue para el infarto y recién se definió en los segundos finales en favor de Independiente que se puso 2-1. Además, tuvieron que jugarse cinco minutos más por la igualdad en los 40 minutos.

El partido fue de goleo bajo y ambos equipos estuvieron nerviosos y erráticos en toda la noche. De hecho, ninguno convirtió en el último minuto y medio (57 iguales a falta de 1:23) y por eso fueron a tiempo suplementario. El Rojo pudo mejorar en esos minutos extras y quedarse con el triunfo, aunque le costó sangre, sudor y lágrimas, ante un aguerrido rival, que estuvo muy cerca de robarse el juego en Neuquén.

La jugada clave fue a falta de 8 segundos: pelota para Pedro Echague, que ganaba 65-64. Gran defensa de Independiente, La Bella impidió que Eiguren tomara un tiro cómodo al filo de los 24 segundos, y esto posibilitó que Byron robara la bola. El estadounidense se fue corriendo hacia el aro como una locomotora, conquistando el doble y la falta para desatar la locura de la gente y el fastidio de la visita, que tenía prácticamente el juego (y medio ascenso) en el bolsillo. Byron metió el libre y fue 67-65 para el dueño de casa, con 27 puntos suyos, sin dudas la gran figura de la noche.

Martín Melo, uno de los destacados en el Rojo en la serie final.

Melo con 11 puntos fue otros de los destacados dentro de un partido como poco para destacar más allá de lo emotivo. En el elenco capitalino el goleador fue García Morales con 17 y fue bueno también lo de los internos Santiago González y Sebastián Pardal, con 10 y 12. La gente se fue de La Caldera cantando como loca. Daba la sensación de que se había logrado el punto más chivo y que el ascenso, si bien no iba a ser un trámite en el próximo partido, estaba cerca.

Y si en la cancha no entraba nadie en ese tercer cotejo, imagínense lo que era el cuarto partido 48 horas después. Parecía una de aquellas noches de los 90 en las que, por ejemplo, el Boty Santangelo era jugador de las formativas del club y monitor de mini básquet e iba a ver a los equipos de Armer, De la Fuente, RIchotti y compañía. Marco imponente en La Caldera desde muy temprano para ayudar con el aliento al Rojo a volver a primera

Ese partido fue muy diferente al anterior. Ambos salieron con sus anchos de espadas encendidos: Byron por el lado del local y García Morales por el visitante (12 puntos cada uno en los primeros 10). Recién en el segundo cuarto el Rojo pudo pasar al frente, apoyado en el trabajo de los suplentes: Lauro acertó en la conducción y el Sopa Zupanovich lo secó al escolta rival con muy buena defensa. También fue muy bueno lo del misionero Fabio en ataque.

Lo mejor de Independiente se vio en el tercero, cuando pudo quebrar a su rival de la mano de la intensidad en el perímetro de La Bella y López. Un triple del pibe Levrino estableció una ventaja de 12 puntos que, por lo que se veía en la cancha, parecía muy difícil de remontar. Ya había clima de fiesta en la platea y en la popular que da a la calle Perito Moreno: faltaban 10 pero al Rojo no se le escapaba el ascenso.

Zupanovich se eleva para conseguir los dos puntos. En la tribuna no entra nadie.

El último cuarto estuvo casi de más, la celebración empezó antes en las tribunas, luego en el banco de suplentes y finalmente en la calle, cuando la chicharra marcó el 81-60 final. Gritos, llanto, corridas, abrazos y cantos, y no era para menos, 14 años después de haberse ido, 18 años después del primer ascenso, Independiente volvía a la Liga Nacional.

“Con Byron Johnson, lejos el mejor jugador del torneo, como estandarte, y un equipo que en los play off se hizo fuerte como nunca, dejando rivales en el camino al ascenso con desventaja de localía, el conjunto neuquino dejó muy atrás las críticas por su floja segunda fase. Y ahora festeja. Porque está entre los mejores”, escribí en el aquel entonces en el diario La Mañana.

Byron con 22 fue el goleador del equipo esa noche, bien acompañados por La Bella y Aguirrezabala con 13 tantos cada uno. García Morales, crack aun en la derrota, aportó 16 y el base Diego Eiguren 14 para Pedro Echagüe, que a pesar de no lograr el ascenso redondeaba de esa manera un enorme torneo.

En medio de los festejos, La Bella me decía para el diario: “Esto es espectacular. Este grupo siempre dio todo y eso hizo que cuando tuvimos algunos altibajos en el juego, pudiéramos salir adelante”. Cerca suyo y al borde de las lágrimas, el Santángelo decía que “fue un grupo genial que trabajó mucho para esto. Hay que tener en cuenta que Independiente es una institución muy grande que merece estar en el básquet de primera y hoy lo estamos logrando. Esto es lo más lindo que me tocó vivir como entrenador”.

Enorme festejo en La Caldera tras el ascenso.

“Cuando me ofrecieron volver lo dudé porque no estaba bien físicamente, pero por suerte todo me salió bien. Ascender es increíble, lo viví en Gimnasia, pero hacerlo en casa con mi gente tiene un sabor especial”, contaba por entonces a La Mañana, Leandro Lauro. “Esta noche cumplimos dos sueños, ascender y volver a tener La Caldera llena”, decía el presidente del club, Gastón Sobisch.

Esa noche hubo caravana y bocinazos en el Monumento al General San Martín y los festejos terminaron tarde. Luego llegaría la final del TNA entre los dos ascendidos, Independiente y El Nacional Monte Hermoso, que contaba con dos neuquinos, Mario Sepúlveda y Sebastián Farías. Sin bien no pudo ser el título, ya que perdió 2-0 la serie (86-93 en Neuquén y 76-95 en la localidad balnearia), no hubo malestar. El objetivo principal era el ascenso y estaba cumplido y de gran manera, con buen juego, garra y una Caldera llena como marcaba la historia.

Byron, la gran figura del equipo dentro un plantel muy completo.

A 14 años de aquel logro, el técnico, Boty Santángelo, recuerda cómo empezó la gesta: “Antes de esa temporada, la Asociación de Clubes quería invitar a 1 o 2 equipos a la Liga A, y nos hace una invitación a Independiente y a Estudiantes de Bahía Blanca. Estudiantes aceptó y nosotros no, Gastón (Sobisch, el presidente del club) dijo que no porque íbamos a ganar el ascenso en la cancha ese año, y así fue”.

El DT recuerda que “para conformar el equipo no teníamos un presupuesto grande, entonces empezamos a buscar jugadores que no tenían muchos minutos en la liga o querían fortalecerse en el TNA. También buscamos chicos jóvenes. Por ejemplo, viajamos a Buenos Aires a ver a Chaine, que yo lo había conocido en un argentino U17 en Viedma. Habían pasado tres años y viajamos con Gastón y Lucas Petazzi a verlo. Fuimos a Bahía Blanca a ver partidos de Leo La Bella, que también era juvenil, tenía 19 años, y así empezamos a hacer el equipo”.

“José Fabio no tenía minutos en Madryn, lo habíamos enfrentado el año anterior en la Copa Argentina, y así empezamos a armar un equipo con jugadores que seguían como el Pájaro Marina, Luciano Zupanovich que era del club, más la vuelta de Aguirrezabala que había jugado con nosotros la Liga B”, agrega el Boty.

“Incorporamos a Esteban López que venía de España. Era un chico de La Pampa que el padre había sido arquero del fútbol del club. Cuando quisimos ver habíamos armado un equipo con mucha rotación, con todos los puestos cubiertos. Ahí contratamos a Byron Johnson y también estaba Walter Cordero. Se terminó de armar un buen equipo, porque además teníamos juveniles importantes con minutos como Pablo Heit y Juan Levrino”, relata.

También el presidente, Gastón Sobisch, recuerda la conformación de ese equipo: “Nos tomamos el tiempo para armar ese plantel, después de salvarnos del descenso en la campaña anterior. Incluso tuvimos discusiones internas, hubo dirigentes que dieron un paso al costado por no estar de acuerdo con algunas cosas”.

“Nos subimos a una camioneta con el Boty y con Lucas Petazzi y empezamos a ver jugadores. Hicimos primero la contratación de José Fabio con Bastide, un representante histórico de la Liga Nacional, y después empezamos a buscar jugadores que nos interesaban y aparecieron opciones muy buenas como la de La Bella que lo vimos jugar en la liga local de Bahía Blanca, o Esteban López en la base. Martín Melo y Aguirrezabala eran dos jugadores que compartían posición y se complementaban muy bien, eran muy sólidos como pareja de aleros”, recuerda.

El dirigente agregó que “Seba Chaine vino de atrás como pivot dando una mano importante. Habíamos visto a Cordero que era un tirador con una mano muy buena y la frutilla del postre terminó siendo Byron, más los chicos de Neuquén que estaban en ese momento, el Sopa alternando y jugando muchos minutos y Juan Levrino que sumó muchos minutos a partir de la lesión de Cordero”.

Tantos viajes dieron lugar también para anécdotas, como, por ejemplo, cuando fueron a ver a un posible refuerzo extranjero a un país vecino: “Llegamos a ir hasta Uruguay a ver un jugador, a Louis Truscott que iba a ser el americano que íbamos a traer, pero que después terminó jugando contra nosotros los playoff con Echague de Paraná. Arribamos al estadio de Paysandú y estábamos equivocados con los horarios de Argentina y Uruguay, por lo que llegamos a ver solamente 8 minutos. Solo lo vimos tirar un libre cuando estábamos de espalda pagando la entrada, fue lo único que pudimos ver. Por suerte después nos invitó Espíndola que fue un técnico muy famoso de allá a la casa y nos dio videos del jugador, pero lo cómico es que nos fuimos a Uruguay a ver a un jugador tirar un libre de espaldas y encima lo erró”, recuerda Sobisch.

Zupanovich, un jugador del club muy querido por los hinchas cuenta que la unión de grupo fue muy importante: “El primer día que llegaron todos los jugadores los reuní en mi casa. A algunos los conocía, a otros no y a otros los había enfrentado. Comimos todos ahí, charlamos y jugamos a la play. Desde ese día no nos separamos más, era estar todos los días juntos”.

“En los viajes teníamos todos los colchones tirados en el piso en el colectivo, que tenía las ventanas pintadas. Usábamos una monedita para raspar un poco y poder ver para afuera. Hacíamos guerra adentro, aleros contra pivots por ejemplo. Siempre estuvimos juntos, eso fue muy importante. Nos peleábamos adentro de la cancha que es normal y no trasladábamos eso afuera. La buena comunicación y la buena onda del grupo fue fundamental para el ascenso”, agrega el Sopa.

Cuenta Zupanovich que hubo otras cosas fundamentales también: “Fue importante la influencia de Fernando Fety Claris entre el Boty y los jugadores. El Boty hizo muchas veces de psicólogo también. En lo deportivo la llegada del Lea Lauro fue clave. Nos dio ese plus de madurez y de jerarquía que nos hizo cada vez más fuertes. En la parte dirigencial fue fundamental Lucas Petazzi, no nos abandonó nunca. Se bancó puteadas, bardos y muchas cosas y siempre estuvo. Hay que reconocérselo, yo hasta el día de hoy lo hago”.

Sobisch coincide con la importancia que significó la llegada de Lauro: “Fue clave. Lea terminó de armar el equipo. Veníamos ganando muchos partidos, pero también con rachas de partidos perdidos seguidos, La incorporación de Lauro le dio una estabilidad al plantel importante para poder afrontar especialmente la parte final de los playoff. Su aporte fue muy importante en terminar de consolidar el equipo”.

“De ese equipo era para destacar el aspecto físico. Volábamos. El Gaby Del Egido nos preparó físicamente para que estemos 10 puntos, eso es fundamental, por que si estás bien en lo físico podés pensar. Su trabajo fue impresionante”, suma Zupanovich.

Los protagonistas coinciden en que fue un sueño cumplido: “Siempre recuerdo una entrevista que nos hicieron a mí y a Mario Sepúlveda cuando ganamos la Araucanía en Concepción, Chile con el Loco Ibáñez. Nos preguntaron cuál era el sueño de cada uno, y yo dije que era volver a la liga con Independiente, como jugador o como entrenador, y no pasaron 10 años que se cumplió. Fue hermoso”, recuerda el Boty.

Para el Sopa, “el ascenso con el club fue tocar el cielo con las manos. Yo a los 4 años ya estaba en el club y soy hincha de Independiente. Pasé por todas, desde los momentos de gloria hasta la bancarrota, cuando me pagaban dos mangos, cuando me podían pagar un poquito más y cuando jugaba gratis. Capaz que no soy un jugador muy valorado en el club porque soy un poco polémico y siempre dije las cosas, pero haber estado arriba del aro, con el ascenso, mirando a la gente en el club de tus amores, eso no tiene comparación con nada”.

“Con el ascenso cerré mi ciclo en el club. Fue como decir ‘listo’. No volví más después a jugar en Independiente porque fue como un broche de oro. Arranqué a los 4 y termine mi ciclo en Independiente llevándolo a la Liga Nacional, siendo importante o no”, agregó el escolta, que también explicó que “por ahí algo que me duele es el no reconocimiento por parte de gente del club. No solo yo, había otros jugadores y el Boty que eran del club y nos podrían haber hecho un reconocimiento alguna vez en la cancha. Uno sacrificó y dio un montón de cosas por el club. Estaría bueno un mimo para que algo tan importante no quede en el olvido, aunque sea una gigantografía del equipo del ascenso. Los pibes de hoy no saben que jugadores lograron el ascenso a la Liga Nacional”.

“Fue inmensa la alegría de ver a la gente festejando”, recuerda Sobisch rememorando aquella noche del último juego en La Caldera ante Pedro Echague en la que no entraba un alfiler en las tribunas. Pocos equipos tienen dos ascensos a la máxima categoría del básquet nacional, uno de ellos es Independiente de Neuquén. En el caso de este segundo ascenso, significó además el regreso de la gente a llenar la cancha, algo que no ocurría desde las épocas de gloria de principios de los 90. Un logro que merece ser recordado en estos tiempos

LAS SÍNTESIS DEL ASCENSO

Primer partido

Pedro Echagüe (83): Diego Eiguren 25 (x), Ezequiel López 8 (x), Leandro García Morales 16, Nicolás Suárez 12, Santiago González 4 (FI), Sebastián Pardal 13, Andrés García 3, Alejandro Eiguren 2. DT: Juan Pablo Boadaz

Independiente (88): Leonardo La Bella 8, Esteban López 23, Martín Melo 13, Byron Johnson 17, José Fabio 4 (FI), Enrique Marina 13, Martín Aguirrezabala 4, Luciano Zupanovich 0, Leandro Lauro 6. DT: Mauricio Santángelo

Parciales: 25-24, 35-40 y 49-58

Jueces: Pablo Leyton, Héctor Wasinger y Rodrigo Castillo

Estadio: Héctor Etchart, local Pedro Echagüe

Segundo partido

Pedro Echagüe (83): Diego Eiguren 2, Leandro García Morales 37, Ezequiel López 5, Nicolás Suárez 8, Santiago González 6 (FI), Alejandro Eiguren 9, Sebastián Pardal 4, Andrés García 2, Bruno Mártire 8, Alejandro Konsztadt 2. DT: Juan Pablo Boadaz

Independiente (71): Leonardo La Bella 8, Esteban López 19, Martín Melo 12, Byron Johnson 10, José Fabio 5 (FI), Luciano Zupanovich 3, César Chaine 2, Enrique Marina 6, Leandro Lauro 3, Martín Aguirrezabala 3. DT: Mauricio Santángelo

Parciales: 25-17, 43-34 y 59-51

Árbitros: Raúl Lorenzo, Julio Dinamarca y Alejandro Zanabone

Estadio: La Bombonerita

Se armó un gran plantel, hubo unión y llegó el salto a la elite. (Fede Genesio)

Tercer partido

Independiente (57) (67): La Bella 4, López 8, Melo 11, Johnson 27 y Fabio 6 (fi); Lauro 4, Marina 3, Zupanovich 3, Aguirrezabala 1 y Chaine . DT: Mauricio Santángelo.

Pedro Echagüe (57) (65): Eiguren 10, López 14, García Morales 17, González 10 y Suárez 0 (fi);  Pardal 12, García 2, Mártire 0 y Eiguren 0. DT: Juan Pablo Boadaz

Parciales 13-11, 29-26, 41-44 y 57-57

Árbitros: Fabio Alaniz, Silvio Guzmán y Ariel Rosas

Estadio: La Caldera, 2.000 personas

Cuarto partido

Independiente (81): Leonardo La Bella 13, Esteban López 6, Martín Melo 3, Byron Johnson 22 y José Fabio 7 (inicial); Luciano Zupanovich 3, Enrique Marina 6, Martín Aguirrezabala 13, Leandro Lauro 3 y César Chaine 2. DT: Mauricio Santángelo

Pedro Echagüe (60): Diego Eiguren 14, Ezequiel López 2, Leandro García Morales 16 (X), Nicolás Suárez 4 (X) y Santiago González 9 (inicial); Alejandro Konsztadt 0, Juan Kelly 3, Bruno Mártire 5, Sebastián Pardal 7 y Alejandro Eiguren 0. DT: Juan Pablo Boadaz

Parciales: 23-25, 43-40 y 65-53

Árbitros: J. Ibañez-Tosello-Fama

Estadio: La Caldera, 2.000 personas

De La Caldera al monumento.

 

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