El imperdible desfile de extranjeros en el Rojo ‘90: un rival de Jordan, un guardaespaldas de Tyson y un pintor

Por Nicolás Tamborindegui

Se puede escribir un libro para hablar de los extranjeros que pasaron por la Liga Nacional de Básquet desde sus comienzos. Los hubo (y los hay) de todo tipo: buenos, malos, altos, bajos, raros, rotos y un largo etcétera. Por su carácter de foráneos, el idioma y la expectativa que generan, se puede decir que históricamente han sido un gancho importante para atraer al espectador a las canchas

En los primeros años de la Liga Nacional una buena dupla de refuerzos extranjeros era fundamental para marca la diferencia adentro de la cancha, principalmente se los buscaba internos y tenían que ser la primera opción ofensiva de los entrenadores (si promediaban menos de 20 puntos por partido ya empezaban los rumores de corte). Claro, el básquet era muy diferente a como es ahora.

Y la vida en general era distinta. No había redes sociales, ni siquiera internet y era muy difícil conseguir información certera y actualizada sobre un jugador de básquet por fuera de la NBA, Italia o España. También era complicado verlos jugar y hasta saber concretamente cuanto medían. Era común que los equipos argentinos contrataran un tipo de más de 2 metros pero cuando lo iban a buscar al aeropuerto notaban que apenas superaba el metro noventa. “Lo que pasa es que se achicó en el avión”, solía escucharse en distintas ciudades de boca de entrenadores y dirigentes de los clubes

Anthony Teachey defendiendo a Michael Jordan en la Universidad

También era frecuente encontrar jugadores lesionados, excedidos de peso o hasta exjugadores intentando quemar sus últimos cartuchos en las competencias sudamericanas (sin que nadie supiera que estaban retirados). Acertar con los extranjeros en nuestra liga en los años 80 y 90 era una verdadera lotería, e Independiente de Neuquén no fue la excepción.

Durante la liga corta del 90, por diferentes motivos, el Rojo no estuvo certero a la hora de contratar extranjeros. Usó 8 foráneos en total (lo permitido por reglamento eran dos en cada plantel), récord por entonces para la competición. El primero directamente no llegó a debutar, se llamaba Kembrell Young y era un interno de 2,04 que fue cortado tras las primeras prácticas. ¿La particularidad? Antes de llegar a Neuquén, el corpulento americano había sido guardaespaldas del boxeador Mike Tyson.

El primer partido en esa temporada lo jugó solo un extranjero, Benjamin Mitchell, y luego se sumó Eric Paul Eddie, su amigo (llegó recomendado por él). Mitchell era un pivote clásico de 2,05 y 28 años y Eddie un cuatro con antecedentes de ser un buen anotador, que tenía 27 años y medía 2,02. Ambos eran de Kansas, en los Estados Unidos

Mitchell anduvo muy bien en el debut ese año contra Estudiantes de Bahía Blanca, metió 30 puntos y bajó 14 rebotes. Su amigo Eddie arrancó en la tercera fecha con 19 puntos y 12 rebotes. Era una dupla mas que interesante, pero no duró: Mitchell había empezado a bajar su rendimiento a causa de una lesión y tomó la decisión de volverse a Estados Unidos, y Eddie, que había llegado de su mano, llamativamente se encargó de acompañarlo, pese a que venía jugando muy bien. Así fue que la dirigencia se movió rápido y logró cerrar con Anthony Teachey y Lewis Brown. El primero era un pivote de 2,05 que logró entrenar una vez en Neuquén antes de viajar a jugar el siguiente partido, mientras que el segundo, otro interno de 2,11, recién se sumó el día mismo de ese partido (GEPU, que hacía de local en Mendoza).

Teachey traía muy buenos antecedentes: había jugado en la Universidad de Wake Forest (la misma en la que años después jugaría Tim Duncan, entre otros) y había sido elegido en la segunda ronda del draft del 84 con el número 40 por Dallas Mavericks.

Los de Brown también eran muy buenos, a tal punto que había jugado 5 minutos en la NBA, más precisamente en los Washington Bullets durante un contrato de 10 días. También tenía antecedentes en la CBA (segunda liga por entonces de los Estados Unidos) y en Napostá de Bahía Blanca antes de la creación de la Liga Nacional

Pero los antecedentes no sirvieron de mucho porque ambos estaban muy mal físicamente (Brown tenía 20 kilos de más), causa por la cual el primero duró tres partidos (pese a un aceptable debut con 15 puntos y 10 rebotes) y el segundo dos. En cuanto a este último, si bien sus pergaminos eran muy buenos, había algo que lo explicaba todo: llevaba dos años sin jugar en los cuales se había dedicado a pintar casas en los Estados Unidos.

Lewis Brown jugando para la universidad de Nevada Las Vegas.

Un integrante de ese cuerpo técnico me contó sobre Brown que, cuando se sumó en Mendoza, era notoria su inactividad de dos años. Se sentó a comer y se metía los huesos del asado enteros en la boca y los sacaba “pelados”. Tras los dos juegos de visitante, era tan mala su condición física que Eduardo Armer decidió cortarlo y ordenó que ni siquiera entrenara, ya que si la gente lo veía en las prácticas iba a ser mayor el malestar por no acertar con los extranjeros. La gente no lo conoció ni vestido como jugador en Neuquen. “Era tan grandote que nadie se animaba a cortarlo” bromeó un integrante de ese plantel que por entonces era juvenil. En total, el Ex NBA y pintor Brown solo jugó 7 minutos con la camiseta de Independiente.

Ruffus Jones, un pivote bajo que llegó de Chile

Después de afrontar un partido solo con nacionales (victoria 108-81 a Olimpo de Bahía Blanca), llegó el siguiente extranjero: Ruffus Jones, un pivot bajo de 1,98 que llegaba del básquet chileno. Sin ser un jugador descollante, se las ingenió para aportar puntos, rebotes y defensa. Al menos hizo más que los que estuvieron antes que él.

Unas fechas después llegó otro estadounidense para completar la dupla: Ray Foster, un pivote de 2,05, que tuvo un aceptable debut con 24 puntos y 7 rebotes, pero aun así duró también solo dos partidos.

Finalmente arribó el último refuerzo del torneo, que hizo dupla con Jones hasta el último partido: A diferencia de los anteriores, no era un interno sino un alero con capacidad para jugar en varias posiciones. Se llama Mergin Sina y tenía la particularidad de ser ítalo-americano. Medía 2 metros y tenía 24 años, con antecedentes en las universidades de Seton Hall y Rhode Island en los Estados Unidos. Era el octavo extranjero que utilizaba el Rojo, contando a Kembrell Young que no llegó a debutar. Récord en ese entonces en el básquet argentino.

Mergin Sina, un alero italo-americano que fue de lo mejor en esa liga corta del 90 (Foto archivo Revista Solo Básquet).

Sina se metió a la hinchada en el bolsillo a base de garra y juego, aportó puntos y una mano grande en varias facetas del juego (volvería al año siguiente), al igual que Jones se complementaron bien con el cuerpo técnico y los nacionales y el Rojo consolidó su buen andar en esa liga que terminó con un merecedisimo tercer puesto detrás del campeón Atenas de Córdoba y de Sport Club de Cañada de Gómez, que lo eliminó 3-0 en semifinales.

A pesar del constante recambio de extranjeros, Independiente tuvo una Liga tremenda y subió al podio por única vez en su historia.

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