Un desvío para despedir al Trinche

Adiós maestro.

Por Cristian Helou

Aguante Neuquén no suele cruzar puentes pero aparecen excepciones y la partida del Trinche Carlovich es una que conmueve. Que obliga a despedirlo. La primera nota que leí fue en la revista Mística, que nació junto con Olé en 1996, y a partir de ahí la búsqueda de data fue constante. La conclusión siempre fue la misma: crack.

En 1974 le dio un soberano baile a la selección Argentina con la camiseta de un combinado de Rosario, José Pekerman lo puso de 5 en si equipo ideal y Diego repitió una y mil veces “Este era mejor que yo”. Medias bajas, atorrante, desprolijo, el Trinche fue puro talento. Nunca se consolidó en primera, pero paseó su magia por el ascenso y es la leyenda de Central Córdoba, el tercero en discordia de una ciudad dominada por Ñuls y Central, dos que son colosos pero ni a palos tienen un Carlovich.

El martes, en la zona oeste de Rosario, el Trinche fue brutalmente atacado, con el único objetivo de robarle la bici. Terminó inconsciente y en coma inducido. Dos días más tarde, su corazón dijo basta Y se multiplicaron los lagrimones, desde El Cairo, el bar donde el Trinche firmaba más autógrafos que Messi, hasta el último rincón futbolero del país.

“Carlovich no llevaba la pelota. La pelota lo llevaba a él. Una pelota que parecía inteligente, que disfrutaba de hacer cosas artísticas y arrastraba atrás a un futbolista”, dijo alguna vez el Flaco Menotti.

“Este era mejor que yo”, dijo varias veces Maradona. El 14 de febrero pasado hubo cumbre de cracks en Rosario.

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